Hace
unos días, me practicaron una cirugía sin mayor importancia (plastia inguinal
derecha con colocación de malla), sin embargo por el antecedente de mi todavía
reciente muy grave infarto al miocardio, pensé en la posibilidad de que, debido
a alguna “complicación” derivada de dicho infarto, pudiera fallecer durante o
posteriormente a dicha intervención quirúrgica… por lo que hice parte a mi
familia de MIS ULTIMAS VOLUNTADES (texto que se puede leer en este mismo blog,
bajo el titulo de TESTAMENTO VITAL, con fecha 6 de mayo)
No obstante… ¿afortunadamente?... una vez más… todo salió bien… La Parca y sus
hermanas no quisieron llevarme a sus aposentos, y menos aun a sus camas.
Lo
que, fiel a mis “antojos”, me lleva una vez más a parir un texto sobre la
muerte… muy particularmente el suicidio.
Por
lo que…
No…
la precedente entrada de mi blog, no podía ser la última… tenia… tiene que haber
otra, que por lo pronto, funja como penúltima y virtual… en espera de que
llegue el momento en que sea… será… realmente la ultima.
Desde mi más remota
adolescencia… hasta el día de hoy… mi mente ha cavilado sobre la pertinencia
del vivir y su natural fin la muerte… en particular una de sus modalidades… el
suicidio.
Desde hace algunos
años… suicidio como consecuencia de una vida física y/o mental, corporal y/o
espiritual… irremediablemente comprometida, dañada, inútil, carente de toda
dignidad y humanidad… a consecuencia de alguna enfermedad o accidente cuya
incapacidad me arrebate mi humanidad para dejarme solo mi animalidad… con la
necesaria y degradante (quizás a veces para ellos repugnante) ayuda de los
seres más cercanos que no se merecen
este castigo.
Sin embargo, este
escenario… que veía, sentía, tan cercano… a pesar de mi relativamente reciente
infarto agudo al miocardio que me llevo a las puertas mismas de la muerte… ya
no me parece serlo tanto.
A pesar de este
alejamiento (pero siempre posible motivación para un suicidio)… desde siempre
ha existido otra posible causal… de orden más bien filosófico.
Esta es la que hoy en
día ocupa mis pensamientos, reflexiones… y porque no decirlo… mi decisión de
recurrir al suicidio. Prácticamente, solo me falta decidir del momento más
apropiado para el mismo.
Nuestra llegada a este
mundo no ha sido producto de nuestra decisión, nuestra voluntad… mi decisión,
mi voluntad. Solo el azaroso encuentro de un ovulo y un espermatozoide… una
fecundación que al cabo de aproximadamente nueve meses me hizo llegar al punzante
frio, el ruido ensordecedor, la cegadora luz, el insoportable dolor de mi
expulsión del acogedor útero… literalmente jalado por unos fórceps que me
aprisionaban la todavía tierna cabeza.
Nuestra presencia en
este Mundo, el habitarlo… depende en una mayor o menor parte de nuestras
decisiones… pero estas se enmarcan, se ven mermadas, acotadas, condicionadas
por el entorno, nuestras circunstancias. Lo cual mengua una enormidad nuestra
capacidad, posibilidad, del sentimiento de nuestra propia existencia.
A lo largo de nuestro
vivir… hacemos lo posible para ser los dueños de nuestra vida… experimentar el
genuino sentir de nuestra existencia… siempre únicamente hasta donde nos atrevemos…
sin lograrlo, sin alcanzarlo.
Por lo general… nos
contentamos con ser espectadores (jamás o en muy contadas y puntuales ocasiones
actores.)
Sin siquiera ser
verdaderamente capaces de contemplar… simples mirones… desde lo alto, desde
fuera, incapaces de sumergirnos, de sentirnos parte de un Todo. Solos…
extranjeros, sin acompañamiento, complicidad, compartir, contacto.
Como escribió en algún
libro el filosofo francés Michel Obfray: “ Mourrir au monde de son vivant est
pire que mourrir un jour véritablement”… lo cual podría mal traducir como:
Morir al mundo en vida es peor que verdaderamente morir algún día.
Luego, con el paso del
tiempo, llega la progresiva decrepitud del cuerpo y la mente, hasta que nos
damos por vencidos. Con alguna que otra batalla de retaguardia… pero ya sin la
fuerza vital del presente… y su inexistencia de cara al futuro.
El soplo de la vida se
ve sustituido por la resignación, el desaliento, la incapacidad.
Si… a ratos, solo a
ratos… hemos tenido la suerte de experimentarlo, el sentimiento de nuestra
existencia se queda atrás, sustituido
por el sentimiento de nuestra esencial AUSENCIA al mundo. Nos embarga el
profundo sentimiento de la NADA… junto a la irremediable SOLEDAD como esencia
misma de la condición humana… cuando nos damos cuenta que toda nuestra vida,
acompañados o solos, no ha sido más que un ensordecedor monologo… que nunca
hemos conocido a nadie como nadie nunca supo quien éramos.
Es entonces… cuando
nuestra presencia se vuelve definitiva ausencia… nuestra existencia simple y
llano vivir… nuestro compartir, perene soledad… que sentimos que el seguir en
vida dejo de ser una aspiración… para tornarse involuntaria costumbre,
cotidiana rutina, mero habito… que ha llegado el momento de interrogarnos sobre
el porqué, las razones, de seguir en vida…. y si las interrogantes se quedan
sin convincentes respuestas… pensar en ejercer, por ultima (y quizás única) vez
de nuestra vida, el único acto realmente libre de todo nuestro pasajero andar
por este mundo… el de decidir dejarlo voluntariamente para siempre.
No como producto de
una profunda tristeza, algún estado depresivo… sino como el único acto
realmente libre, liberador… digno… digno de nuestra condición humana… de la
consciencia de nuestra irremediable mortalidad.
No aceptar la… muerte…
sino ir a su encuentro… el ultimo… y quizás único… acto que afirma nuestra… mi…
humanidad.
Sin olvidar una de sus
mayores dimensiones simbólicas… la de redimir (sin su connotación
judeocristiana), de una vez por todas, nuestras (mis) cotidianas traiciones.
Por lo pronto, que
quienes me lean, no se asusten ni me lloren (o gocen) anticipadamente… todavía
siento que un indefinible ¿ALGO? me retiene a la vida… cuando este ALGO se haya
disipado, haya dejado de ser una fuerza capaz de mantenerme aferrado a la vida…
entonces habrá llegado la hora de mi suicidio.
Hasta aquí lo
expresado en este día, en el cual, a pesar de todo, todavía no he dado el paso
definitivo.
El día en que me haya
decidido a darlo, todo lo anterior seguirá siendo… obviamente… más valido que
nunca.
Solo que este día
podre agregar… y podrán leer…
No los dejo… me dejo…
me voy… me he ido.
Simplemente consciente
de la profunda absurdidad y sin sentido de la vida… en un mundo en el cual no
he pedido venir… que no he podido habitar… en el cual,
salvo en contadas intermitencias, solo he sido espectador... en el cual solo me
atreví a vivir, sin llegar a la plenitud del sentimiento de la existencia… de mi
propia existencia.
Hoy… ya me canse de estar en este Mundo sin ser parte de él,
ni siquiera vivir, y mucho menos existir, simplemente ESTAR.
Que me sea permitido, abandonarlo cuando así lo quiera… que el morir sea mi decisión, mi
último y quizás único acto en el cual exprese mi libertad y dignidad de ser,
dicho humano.
Los que se quedan… los
que he amado, odiado, o me han sido indiferentes (los más) sin poder o querer
hacérselos saber… no me lloren y me olviden cuanto antes.
Idos… solo seguimos
vivos en el recuerdo de unos cuantos, muy pocos… y ni siquiera creo haber hecho
lo suficiente con mi vida para que esta remembranza perdure mas allá de algunos
días, meses… o unos pocos años en el mejor de los casos.
Sin contar que cuando
los seres que me fueron más cercanos… también se hayan ido… el olvido será
irremediablemente perpetuo.
Posdata:
Queda el ¿cómo?
De antemano descarto
un suicido violento y/o sangriento que me parece inapropiado… porque en el
fondo mi idea no es realmente la de matarme, poner fin a mi vida… sino la de
acostarme, para quedarme apaciblemente dormido… y nunca más despertarme.