Sabíamos que el dinosaurio priista, aparentemente condenado por la
evolución del ecosistema político mexicano, se había visto en la obligación de
retirarse en sus cavernas provinciales… también sabíamos que al seguir temerosa de esta
criatura, la que le había sustituido no se había atrevido a rematarla… como también
veíamos que desde el fondo de sus guaridas el viejo dinosaurio, aprovechándose
de esta indecisión, se estaba preparando para ocupar nuevamente sus dominios,
más listo que nunca para ejercer su supremacía sobre la totalidad de los seres
que pueblan las llanuras, los montes y los ríos de este territorio que
considera suyo.
Criaturas que cuando lo vieron salir a la luz, por un momento, pensaron
que este era de la especie de los impresionantemente grandes y pesados, pero
mansos e inofensivos herbívoros Diplodocus… cuando eran de la especie de los
feroces y siempre hambrientos carnívoros Tiranosaurios.
Así, para que nadie se llame
a engaño, el todavía aprendiz a macho alfa de la manada dinosáurica
acaba de propinar su primer zarpazo… a la más débil de las criaturas que
pretendía disputarle una parte, por mínima que sea, de su recobrado poder.
Claro que en el seno mismo de la manada o desde posiciones de
poder fuera de la misma hay otros dinosaurios y otras criaturas, con mejores y más letales
garras y hocicos que los de la “maestra”… que pueden pretender cuestionar o
disputar su liderazgo y su autoridad sobre su recuperado dominio… pero por lo
pronto estos potenciales antagonistas ya saben que cuando se trata de defender
su dominancia sobre el territorio que considera ser suyo, y solo suyo, este
dinosaurio es despiadado y puede dar muchos otros zarpazos… de ser necesario,
mucho más letales que el propinado a la “maestra”.